FEAST DAYS WITH BISHOP SKIP | SAINT JAMES THE APOSTLE
I am intrigued by the juxtaposition of the readings from Matthew and Acts for this day. It is in Matthew that we hear of the desire of the mother of James and John – and I am guessing she is speaking her sons’ desire too – that they be given places of honor next to Jesus. In the book of Acts we learn that James is martyred at the hands of Roman power exercised through the person of Herod Agrippa. So James did indeed drink of the cup from which Jesus drank, but certainly it was not for what he or his mother was asking.
Ambition within a community, even a community gathered around Christ, is not unknown, but it is not Jesus’ way. He models a leadership style of the self-offering of the servant which ushers in true freedom. In the Collect for Peace from the Daily Office we pray, “…to serve you is perfect freedom.” This freedom which comes from being bound to service to another is a paradox. It is not unlike a kite, which when tethered to a string is able to live fully into its “kiteness,” that is, to be truly free to fulfill its purpose to fly and drift with the wind. If one was to cut the string, in a misguided attempt to set it free, it would come crashing to the ground and no longer do what it was created to do. Oddly, human beings often mistake the way of destruction for freedom, such as in the refusal to wear masks.
Obedience is not a popular concept in today’s world. Yet, when we make baptismal promises, or take vows in ordination, we are making promises of obedience not because it restricts our freedom, but because in giving ourselves to these promises we are set free to be and become who God has created us to be. The ordained deacon is called to be the icon of such obedient service, thereby calling all of the baptized to this vision of faithful living. Baptism is, if you will, our expulsion from slavery in Egypt, an old way of life that destroys and diminishes, into the exodus of moving with and toward God. All along we are invited to feed on the manna of Eucharist freely given, indeed to drink the cup Jesus drank in our desert journey leading us home.
Part of what we celebrate in the person of James the Apostle is his grounding in service to Christ that moved beyond the desire for power to the deeper place of servant. It set him free to where he could offer even his life in joyful service to God and God’s people. Christ offers this freedom to us all.
Bishop Skip
Me intriga la yuxtaposición de las lecturas de Mateo y Hechos para este día. Es en Mateo donde oímos el deseo de la madre de Santiago y Juan -y supongo que ella también habla del deseo de sus hijos- que se les den lugares de honor junto a Jesús. En el libro de Hechos aprendemos que Santiago es martirizado a manos del poder romano ejercido por medio de la persona de Herodes Agripa. Así que James bebió de la copa de la que Jesús bebía, pero ciertamente no fue por lo que él o su madre estaban pidiendo.
La ambición dentro de una comunidad, incluso una comunidad reunida en torno a Cristo, no es desconocida, pero no es el camino de Jesús. Él modela un estilo de liderazgo de la autooferta del sirviente que marca el comienzo de la verdadera libertad. En la Colecta por la Paz del Oficio Diario rezamos: “…servirte es la perfecta libertad”. Esta libertad que viene de estar obligado a servir a otro es una paradoja. No es diferente de una cometa, que cuando está atada a una cuerda es capaz de vivir plenamente, es decir, de ser verdaderamente libre para cumplir su propósito de volar y derivar con el viento. Si uno cortara la cuerda, en un intento equivocado de liberarla, se estrellaría contra el suelo y ya no haría lo que se creó para hacer. Curiosamente, los seres humanos a menudo confunden la forma de destrucción con la libertad, como en la negativa a usar cubre bocas.
La obediencia no es un concepto popular en el mundo actual. Sin embargo, cuando hacemos promesas bautismales, o hacemos votos en la ordenación, estamos haciendo promesas de obediencia no porque restrinja nuestra libertad, sino porque al entregarnos a estas promesas somos liberados para ser y llegar a ser lo que Dios ha creado que seamos. El diácono ordenado está llamado a ser el icono de ese servicio obediente, llamando así a todos los bautizados a esta visión de vida fiel. El bautismo es, si se quiere, nuestra expulsión de la esclavitud en Egipto, un viejo modo de vida que destruye y disminuye, hacia el éxodo de moverse con y hacia Dios. En todo momento se nos invita a alimentarnos del maná de la Eucaristía que se nos da gratuitamente, es más, a beber el cáliz que Jesús bebió en nuestro viaje por el desierto que nos lleva a casa.
Parte de lo que celebramos en la persona de Santiago Apóstol es su arraigo en el servicio a Cristo, que fue más allá del deseo de poder, hacia el lugar más profundo de siervo. Lo liberó hasta donde podía ofrecer incluso su vida en servicio alegre a Dios y al pueblo de Dios. Cristo nos ofrece esta libertad a todos.